La retinosis pigmentaria consiste en un conjunto de desórdenes genéticos que inciden en la función de la retina de respuesta a la luz. Esta es una patología hereditaria, que deriva en una pérdida gradual de la vista, empezando por una menor visión nocturna y la carencia de la visión periférica. Con el transcurso del tiempo, se puede llegar a una ceguera.

Al existir una retinosis pigmentaria, las células de la retina, denominadas conos y bastones, mueren. En la mayor parte de las formas de esta condición, los bastones – situados en las áreas externas de la retina y encargados de la vista nocturna y periférica – son los primeros en sufrir una degeneración. Por su parte, cuando los conos – que se encuentran al centro – son afectados por la retinosis pigmentaria, existe un déficit al percibir el color y la vista central.

Por lo general, la retinosis pigmentaria es hereditaria. Si una persona o su pareja padecen esta afección, podría existir hasta un 50% de posibilidades de que esta sea transmitida sus hijos.

La rapidez del avance y el grado de pérdida de la vista puede variar, según el paciente. En su mayoría, las personas con esta enfermedad son ciegas legalmente a los 40 años de edad, teniendo un campo visual central menor a 20 grados de diámetro. Los hombres de ciertas familias con algunos rasgos de retinosis pigmentaria son los afectados de manera más severa. Por su parte, las mujeres exhiben rasgos genéticos y pérdidas visuales con menos frecuencia.

La retinosis pigmentaria genera una pérdida lenta de la vista. Las manifestaciones empiezan con la reducción de la visión nocturna y avanzan a una pérdida de la vista lateral, creando un efecto de vista de “túnel”. Como se señaló, algunos pacientes también pueden presentar problemas en la identificación de los colores. La velocidad del avance de la enfermedad es relativa, dependiendo de la composición genética de la misma.

En la actualidad, no hay ninguna cura conocida para la retinosis pigmentaria. No obstante, investigaciones han arrojado que el palmitato de la vitamina A puede retardar la progresión de la patología. El oftalmólogo será el encargado de determinar las cantidades de consumo necesario de este nutriente, así como sus riesgos y beneficios.

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