La uveitis es una de las patologías visuales inflamatorias más comunes. Consiste en la inflamación de la diversas capas del ojo y, de no tener un tratamiento a tiempo, esta afección podría generar ceguera.

Se calcula que una tercera parte de las personas que padecen uveítis la contraen por alguna enfermedad reumática, que puede ser la artritis idiopática juvenil, la espondilitis anquilosante, artritis asociada a enteropatías, entre otras patologías.

En los países desarrollados, la incidencia de la uveitis es de 52 por 100 mil habitantes anualmente, siendo la tercera causa de ceguera en estas naciones en pacientes que están en edad laboral. Esto ocurre porque la enfermedad no recibe el tratamiento adecuado a tiempo.

Los síntomas clínicos dependen del tipo de uveítis que aparezca. Por ejemplo, en la uveítis anterior aguda existe dolor, enrojecimiento visual y fotofobia (molestia visual intensa producida por la luz). De esta manera, su desarrollo es brusco. Por su parte, en las uveítis anteriores crónicas pueden contar con un mínimo de síntomas y detectarse en controles rutinarios o por la aparición de pequeñas complicaciones.

Por último, en la uveítis posterior hay una reducción de la agudeza visual, surgimiento de “moscas volantes” en el campo visual y, a veces, fotofobia. No existe enrojecimiento visual ni dolor.

En las uveítis anteriores, que afectan la zona anterior del globo ocular, el tratamiento fundamental es el tópico, a través de colirios visuales (corticoides, antiinflamatorios, midráticos, colorios que reducen la tensión en el ojo, entre otros). En cuanto a las uveítis posteriores e inmediatas, que inciden en el área posterior del ojo, el tratamiento puede ser tópico, con colirios o con inyecciones intraoculares que se administran en una consulta oftalmológica, con anestesia local.

No obstante, en la mayor parte de estos casos se necesita terapia sistémica, con la aplicación de corticoides sistémicos, inmunodepresores y tratamientos biológicos. En las panuveítis, que afectan a las dos zonas, se usan dos clases de terapia: los colirios y los medicamentos por vía oral. Sin embargo, es importante recordar que todos estos tratamientos deben ser recetados por un oftalmólogo.

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