Para muchos, ya sea por trabajo, vanidad o simple satisfacción personal, etc., el solárium se convierte casi en una necesidad, y en muchos casos bordea lo ridículo. Es así como se llega a la tanorexia, la adicción a broncearse.

Manchas en la piel, fotosensibilidad y dermatitis son sólo algunas de las consecuencias que puede significar el uso del solárium. Los ojos también pueden verse afectados con la búsqueda de un bronceado rápido, sobretodo si no se utilizan los protectores correspondientes.

Especialistas aseguran que el uso del solárium puede causar la quemadura de la córnea por exposición a rayos UV (queratitis actínica) o, incluso, maculopatía fótica, que puede significar la pérdida irreversible de la visión.

Las recomendaciones para no tener problemas con el solárium apuntan a revisar constantemente las lámparas que transmiten los rayos UV en los aparatos. Además, los usuarios deben estar conscientes de todos los riesgos asociados. En definitiva, expertos sugieren no utilizar el sistema, pero si se hace, es indispensable el contar con los lentes protectores correspondientes para los ojos.

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